CREACIÓN DE AMBIENTES DE APRENDIZAJE
CREACIÓN DE AMBIENTES DE APRENDIZAJE
Todos, de una u otra forma, como estudiantes hemos experimentado
situaciones que nos han provocado temor, ansiedad, tensión o confusión, al
haber sufrido algún tipo de maltrato por parte de un compañero, compañera, de
un grupo de estudiantes o de un profesor o profesora. En otros casos, hemos
sido testigos del maltrato de que han sido objeto otros niños, niñas o jóvenes.
Un ejemplo muy común de esto es la forma en que son tratados los “novatos” de
la escuela o del colegio, a quienes se les hace toda clase de bromas y burlas,
que en muchas ocasiones provocan serias perturbaciones en la persona afectada.
En el ambiente escolar
ocurren todo tipo de situaciones, unas positivas y otras negativas, que
resultan de la interacción de los sujetos de la educación y de los agentes
educativos.
¿A qué se debe que en un mismo centro educativo unos grupos tengan
mejor comportamiento que otros? ¿Por qué algunos estudiantes asumen actitudes
de agresividad hacia sus compañeros de clase? ¿Por qué hay maestros que actúan
también en forma agresiva con estudiantes, autoridades y compañeros docentes?
¿Qué son los ambientes de aprendizaje?
En
un sentido general, se entiende como ambiente de aprendizaje, el lugar donde la
gente puede buscar recursos para dar curso a las ideas y construir soluciones
significativas para los problemas. También puede definirse como un entorno
delimitado en el cual se desarrollan determinadas relaciones de trabajo
escolar. El ambiente de aprendizaje significa, en otros términos, el contexto
en el cual se produce la acción educativa, lo cual incluye tanto a los espacios
físicos (aulas, laboratorios, áreas de recreación, talleres, etc.), como al
clima social y psicológico que impera en las relaciones entre los diversos
miembros de la comunidad educativa.
El manejo del salón de clases.
Los ambientes de aprendizaje están estrechamente relacionados
con las habilidades de los docentes en el manejo de los salones de clase. “Los
conocimientos y la pericia en el manejo en el salón de clases son indicadores
de una enseñanza experta, mientras que el estrés y el cansancio excesivo,
ocasionados por las dificultades en el manejo son precursores del agotamiento
emocional o síndrome de bournout en el docente” (Woolfolk, 2010).
El síndrome de burnout (síndrome del profesor quemado) consiste
en un estado de agotamiento provocado por la sobrecarga emocional de que es
objeto quien trabaja con personas como es el caso del maestro. Maslash (1999)
define el bournout como una respuesta de estrés crónico formada por tres
factores fundamentales: cansancio emocional, despersonalización y baja
realización personal (Moriana Elvira & Cabrera, 2004). En nuestro medio es
común escuchar a más de algún docente que “se siente quemado” por tanto años de
trabajo en un centro educativo. Esto, obviamente influye en el ambiente de
aprendizaje, ya que el estado de ánimo del docente impacta en el estado de
ánimo de los alumnos.
Los salones de clases constituyen ambientes muy especiales.
Posen características distintivas que influyen en sus habitantes, sin importar
la forma en que esténorganizados, por ejemplo, los estudiantes y los
escritorios, ni lo que piensa el profesor sobre la educación. Los salones de
clases son multidimensionales:
están llenos de gente, tareas y presiones de tiempo. Muchos individuos, cuyas
metas, preferencias y habilidades son diferentes, deben compartir recursos,
realizar diversas tareas, utilizar y reutilizar materiales sin extraviarlos,
entrar y salir del aula, etcétera (Woolfolk, 2010). El aula escolar es
toda una comunidad de vida, en donde confluyen todo tipo de situaciones,
actitudes, relaciones, intereses, reacciones, etc., dependiendo de las características
de cada uno de los miembros que la conforman.
La habilidad en el manejo del salón de clases implica tener
capacidad para el mantenimiento de la disciplina en el aula, ordenar el trabajo
de los alumnos en cuanto a su participación, el uso de material didáctico, el
cumplimiento de tareas y toda actividad que conduzca al logro de los objetivos
de aprendizaje. De igual manera, el docente debe estar preparado para enfrentar
conflictos en sus relaciones con las autoridades del centro, con los padres de
los alumnos y con sus mismos compañeros maestros.
De acuerdo con Woolfolk (2010), “la tarea básica del manejo por
parte del maestro consiste en lograr el orden y la armonía, obteniendo y
manteniendo la cooperación de los estudiantes en las actividades de la clase.
Dada la naturaleza multidimensional, simultánea, veloz, impredecible, pública e
histórica del aula, se trata de todo un desafío”.
Por otro lado, obtener la cooperación del estudiante implica
mucho más que el manejo eficaz de la mala conducta. Significa también planear
actividades, tener listos los materiales, hacer demandas académicas y
conductuales adecuadas a los estudiantes, brindar señales claras, realizar las
transiciones de manera paulatina, prevenir dificultades y detenerlas antes de
que se inicien, seleccionar y ordenar actividades para mantener el flujo y el
interés, y mucho más (Woolfolk, 2010).
En algunos casos, el maestro puede atender a los niños con
problemas en su comportamiento, pero en otros casos en que los problemas son
severos, debe referirlos a especialistas o expertos en el tratamiento de
dificultades especiales (psicólogos, orientadores o trabajadores sociales) o
hacer uso de las ayudas con que cuenta la institución, como las aulas recurso
en las que se atienden problemas de déficit o lagunas que presentan los
alumnos, así como problemas emocionales y de conducta.
Es muy difícil encontrar grupos de clase en los que no exista
algún tipo de problemas en el comportamiento de los alumnos. El experto en
orientación y asesoramiento, Henry Rojas, expresa que los problemas de conducta
en el aula, son aquellos comportamientos del niño que interfieren en el logro
de las metas académicas. El cambio de estas conductas se considera necesario
para alcanzar los objetivos escolares. Se han encontrado como principales
conductas perturbadoras en la socialización del niño la hiperactividad y
agresividad, y en segundo lugar inseguridad y retraimiento social (Rojas,
2008).
Creación de un ambiente de aprendizaje positivo.
Uno
de los principios clave para crear un ambiente positivo de aprendizaje es la
planificación del trabajo docente. Una buena planificación define con claridad
cuáles son los objetivos y metas de aprendizaje que deben ser alcanzadas por
los alumnos, establece las experiencias de aprendizaje que deben desarrollarse,
las estrategias didácticas que se emplearán, los materiales y recursos
auxiliares que se deberán utilizar y las formas de evaluación de los
aprendizajes. La mejor manera de prevenir conflictos en el ambiente escolar es
una buena planificación.
Woolfolk
(2010), expresa que en ocasiones, cuando el trabajo es demasiado difícil, los
estudiantes se convierten en una fuente de desorden. Asimismo, quienes se
aburren con lecciones que están muy por debajo de sus niveles de capacidad
podrían sentirse interesados en buscar actividades más divertidas en las cuales
utilizar su tiempo. Es importante que el docente utilice estrategias y técnicas
didácticas que propicien la participación activa de los alumnos, de forma que
se perciba un ambiente de motivación hacia el aprendizaje. Existe una amplia
variedad de técnicas de la dinámica de grupo que el maestro puede utilizar para
que la clase sea activa y participativa.
Weinstein
y Mignano recomiendan que los maestros deberían utilizar rutinas para cubrir
las siguientes áreas (Woolfolk, 2010):
1. ➔ Rutinas administrativas,
como tomar asistencia.
2. ➔Movimiento de estudiantes, como entrar y salir del aula o ir al baño.
3 ➔Tareas domésticas, como regar las plantas y guardar los artículos personales.
4. ➔Rutinas para cubrir las lecciones, como la forma de recoger las tareas y devolverlas.
5. ➔Interacciones entre el maestro y el alumno, como la forma de llamar la atención del profesor cuando se requiere ayuda.
➔ Plática entre los estudiantes, como ofrecer ayuda o socializar.
En nuestro medio es común
que desde el inicio de un curso o de una clase, el docente da a conocer las
llamadas normas de clase, en las cuales se establece una serie de orientaciones
o regulaciones sobre qué hacer y no hacer en la clase. Estas normas
generalmente están referidas a:
- 1.
Horarios de
trabajo.
- 2.
Períodos y
formas de entrega de tareas, informes y trabajos académicos.
- 3.
Uso y cuidado
de equipo y material didáctico.
- 4.
Uso de
aparatos electrónicos (teléfono móvil, entretenimiento, etc.).
- 5.
Comportamiento
durante la clase.
- 6.
Formas de
participación.
- 7.
Formas de
evaluación.
En
la actualidad se habla mucho de los nuevos ambientes de aprendizaje, en los
cuales la mediación pedagógica es a través de las tecnologías de la información
y la comunicación. Los nuevos ambientes de aprendizaje se definen como “una
forma diferente de organizar la enseñanza y el aprendizaje que implica el
empleo de tecnología”, en otras palabras la "creación de una
situación educativa centrada en el alumno y que fomenta su auto aprendizaje, el
desarrollo de su pensamiento crítico y creativo, el trabajo en equipo
cooperativo mediante el empleo de tecnología de punta” (Unacar, 2008).
Manejo de problemas
de disciplina
Como ya se ha
señalado, los problemas de disciplina son comunes en el ambiente escolar. La
disciplina ha sido siempre tema de preocupación de autoridades, maestros y
padres de familia. Existe consenso en los diversos sectores, que la disciplina
es un reto de los más grandes para las escuelas, pero principalmente para los
maestros, ya que son ellos quienes enfrentan cada día los problemas de
disciplina de los alumnos y que suelen manifestarse por el incumplimiento de
tareas, negación para realizar una actividad de aprendizaje, provocar
interferencias durante la clase haciendo toda clase de ruidos, incumplir las
normas de clase, molestar al compañero que se sienta delante de él, conversar
durante la clase, realizar una actividad diferente a la que ha sido señalada
por el profesor, etc.
Es preciso que los
maestros estén en condición de valorar, de acuerdo a su formación profesional,
en forma general la gravedad de la conducta de los niños con quienes se
trabaja. Cuando exista sospecha de un problema latente, debe ser comunicado al
psicólogo de la institución y evitar problemas a futuro (Rojas, 2008).
Investigaciones que
se han realizado acerca de la disciplina escolar, revelan que las escuelas
efectivas (aquellas en las que los estudiantes aprenden al máximo de sus
posibilidades) tienen como uno de sus factores explicativos de su efectividad,
la existencia de un clima escolar positivo. Estas escuelas se interesan en
crear un entorno ordenado y seguro para la convivencia y el desarrollo de
actividades docentes y de aprendizaje. Así, al momento de elegir el colegio en
el que han de estudiar sus hijos, los padres de familia valoran altamente la
disciplina escolar de un centro educativo (Brunner, 2008). Obviamente,
una institución en la que las autoridades y los docentes son constantemente
irrespetados por los estudiantes, donde las normas institucionales son pasadas
por alto, donde se respira una atmósfera de inseguridad y de malas relaciones
interpersonales, carece de las condiciones apropiadas para enseñar y aprender.
Violencia en las
escuelas.
La
violencia en las escuelas, situación conocido como bullying, no es un fenómeno
nuevo en educación. La violencia escolar ha existido siempre y quizás en la
misma o mayor intensidad. Los casos de violencia hoy son más visibles porque
afectan a más personas, y porque los medios de comunicación, los padres y la
sociedad en general, se han hecho más sensibles a todo lo relacionado con la
educación (Menendez Benavente, 2009)
En
caso de la violencia contra docentes, una investigación realizada en centros de
secundaria en el Reino Unido revela que el 10% de profesores afirma haber sido
víctimas de bullying o haber sido acosados por parte de sus alumnos varias
veces por semana. El estudio también revela que los profesores novatos sufren
con mayor frecuencia el bullying que los docentes con mayor antigüedad. Además,
se encontró que el deterioro de las relaciones en la escuela hace que la
experiencia de intimidación llegue incluso a las relaciones entre profesores y
alumnos en ambas direcciones (Díaz Aguado, 2005).
El
bullying consiste en cualquier tipo de maltrato psicológico, verbal y físico
que se produce entre escolares en forma reiterada durante un periodo
determinado. A veces se piensa que solo la violencia es manifestación del
maltrato, sin embargo, el acoso, el hostigamiento, las burlas, el aislamiento y
otras actitudes que dañan la autoestima de las personas, son formas de
violencia.
Las
agresiones pueden ser físicas (golpes), verbales (insultos), contra las
pertenencias (hurtos) o simplemente de exclusión del grupo. Pero al tener
carácter continuado en el tiempo (cosa que sucede la mayoría de las veces)
pueden generar mucho sufrimiento (CC.OO, 2001).
De
acuerdo con investigaciones acerca de la delincuencia juvenil en los ámbitos
familiar y escolar, realizadas por la Universidad Internacional Menéndez
Pelayo, de Santander, es en los colegios privados donde mayormente se dan casos
de acoso escolar, debido a que ejercen una mayor selectividad sobre el tipo de
personas que ingresarán a sus aulas, lo que genera mayor competitividad entre
estudiantes.
En
la actualidad, la violencia en las escuelas ha acaparado la atención de la
comunidad internacional ya que se han dado muchos casos de asesinatos masivos
de estudiantes y de docentes, los cuales han sido provocados por jóvenes que
manifiestan serios desajustes de personalidad. Nuestras escuelas y colegios no
son la excepción, ya que constantemente se producen hechos violentos en los
cuales están implicados niños y jóvenes aunque no en la magnitud con que se han
dado en sociedades industrializadas
Causas de la
violencia escolar.
La investigadora María José Díaz Aguado, catedrática de
Psicología de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid, sostiene
que entre las categorías de riesgo detectadas en los estudios científicos, y
que suelen verse reflejadas en la mayoría de los casos de violencia escolar, se
pueden destacar las siguientes (Díaz Aguado, 2005):
ausencia de límites.
exposición a la violencia a través de los medios de comunicación.
facilidad para disponer de armas.
justificación de la violencia en la sociedad en la que dichas circunstancias se producen.
Señala además, como condiciones que
hubieran podido proteger de tales riesgos, las siguientes:
§ Modelos
sociales positivos y solidarios.
§ Colaboración
entre la familia y la escuela,
§ Contextos
de ocio y de grupos de pertenencia constructivos.
§ Adultos
disponibles y dispuestos a ayudar.
Necesidad de comunicación.
El proceso educativo
es también un proceso de comunicación. En el proceso enseñanza-aprendizaje
están presente todos los elementos de la comunicación: emisor, receptor,
mensaje, código, ambiente y retroalimentación. Los mensajes que se transmiten y
se reciben no siempre son verbales. Se comunican sentimientos, actitudes,
valores, problemas, etc. Un niño con problemas puede causar desórdenes en el
aula, pero hay que evitar que esos problemas se vuelvan colectivos y afecten a
todo el grupo porque, al aprobar esos desórdenes, aprueban la conducta y será
más difícil su reparación (Rojas, 2008).
La clave para una
buena relación alumno-maestro consiste en reconocer quién es el del problema,
ya que el culpable no siempre es el alumno ni siempre es el profesor; ambos
pueden dar origen a una relación conflictiva. Por ejemplo, una mala llamada de
atención por parte del docente puede provocar una reacción agresiva del alumno.
“Si se trata de un problema del alumno, el profesor debe convertirse en
consejero y brindar apoyo para ayudarlo a encontrar su propia solución. Pero si
el problema es del maestro, este tiene la responsabilidad de encontrar la
solución en colaboración con el alumno” (Woolfolk, 2010).
Cómo mantener la disciplina en el aula.
Algunos
aspectos a tomar en cuenta son los siguientes:
Aclarar
desde el principio el rol de cada uno. El estudiante debe tener
claro que el profesor es el profesor y que él es el alumno, y aunque comparten
los mismos espacios educativos tienen roles diferentes. Ello no implica que se
deba establecer un clima de confianza, pero debe prevalecer el respeto de unos
sobre otros.
Establecer
normas desde el principio. Es
necesario que el maestro de a conocer las reglas del juego o normas de clase
desde un inicio, para que los alumnos sepan a qué atenerse y el docente no
tenga que improvisar medidas. Las reglas pueden ser consensuadas o establecidas
en forma participativa, de esa manera los estudiantes se sentirán más
comprometidos con el cumplimiento de las mismas.
Fomentar
la horizontalidad de las relaciones. Aunque la autoridad en la clase
reside en el maestro, esto no significa que se establezcan barreras en su
relación con los alumnos. Debe existir un clima de confianza en el cual el
alumno sienta que es escuchado en sus problemas, necesidades e inquietudes por
parte del maestro, quien debe hacer sentir a sus alumnos que pueden contar con
él para atender sus problemas, alejando cualquier temor a represalias o
amenazas de ningún tipo.
Amonestar
apropiadamente. Se
debe tener cuidado al amonestar a un alumno, ya que este, por lo general,
considera injusta la falta que se le señala o el castigo que se le impone. Se
debe evitar a toda costa una confrontación entre el docente y el alumno, ya que
se puede poner en precario la autoridad del maestro. En estos casos es
recomendable acudir a la instancia superior o al encargado de disciplina del
centro (generalmente el Subdirector) para que le dé el tratamiento que
corresponda.
Involucrar
a los padres. Es recomendable implicar
a los padres en el conocimiento y atención de los problemas de disciplina
escolar. En muchas ocasiones, los padres tienen un concepto distinto del
verdadero comportamiento de sus hijos y siempre están a la defensiva en los
casos de conflicto, por ello es importante que tomen parte en la atención de
los problemas de disciplina para que apoyen las medidas que la escuela adopta
para mejorar la forma de actuación de los niños y jóvenes con problemas de
comportamiento y de disciplina.
No
responder a las agresiones. Son
muchos los casos en que los alumnos, motivados por diversas circunstancias,
agreden a un profesor o profesora. Como se señala en el inciso 4, el docente
nunca debe responder a una agresión, porque con ello estaría enviando un mal
mensaje al resto de la clase. Por otro lado, el hecho de ser menores de edad
las leyes tanto generales como educativas protegen la integridad física, moral
y psicológica de los niños y jóvenes.
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